Todos estamos de acuerdo en que la vida no es un contínuo uniforme y que tenemos altas y bajas, considerando esto como la normalidad. En este sentido, hay que estar conscientes de que lo que llamamos estrés no siempre es algo malo o necesariamente nos causa mal funcionamiento.
Es cierto que el estrés tiene mala fama y como dice el refrán, ha creado una fama y “se ha acostado a dormir”. Pero biológicamente hablando, el estrés es necesario y hasta cierto punto deseable. Lo que no es conveniente es que se salga de control y esto forma parte de lo que debemos aprender para evitar que se detonen emociones que nos descontrolen, perdiendo así el aprendizaje que hemos venido desarrollando.
Es de hacer nostar que en la imagen de la curva del estrés, en ningún caso se habla de estrés “malo”. No obstante, los dos extremos, el de la inactividad (a la izquierda) y el de la crisis (a la derecha) no parecen deseables. Es por ello que surgen dos términos que debemos aprender: el EUSTRES y el DISTRES, siendo los límites de estos distintos para cada persona.
Como ya sabemos, hay personas más “tolerantes” al estrés que otros. Lo que te obliga a preguntarte: ¿Qué tanto estrés es bueno para ti? Si el estrés te enferma, te desencaja, te incomoda, ha llegado el momento de entender que quizás lo que necesitamos es aprender a manejarlo. Esto nos lleva a la necesidad de emplear técnicas que contribuyan a conocernos mejor y a saber cómo manejar el estrés para que este en ningún caso nos lleve a una crisis emocional.
La misma curva nos pone en situación de evaluar nuestro desempeño ante situaciones de estrés. Esto es conocido como la Ley de Yerkes Dodson, o la U Invertida del Desempeño. Esta ley establece que el desempeño se incrementa a través del estímulo mental o psicológico (es decir, del estrés), pero sólo hasta cierto punto, después del cual el desempeño comienza a decaer.
Como puede verse en el gráfico precedente, el desempeño (performance, en inglés) se mide en el eje vertical. En la cresta de la curva del estrés se habla de desempeño máximo o fuerte (strong, en ingles), mientras que en los dos extremos el desempeño es débil (weak, en inglés). de esto deducimos que ni mucho ni poco estrés es conveniente al desempeño, mientras que una dosis que podríamos llamar “óptima” nos llevaría a un desempeño ideal.
En palabras de Díaz (2015):
El punto medio del gráfico muestra la zona de máxima efectividad, donde la persona está suficientemente motivada para esforzarse, pero no demasiado sobrecargada. Según los estudios llevados a cabo por Mihály Csíkszentmihályi, quien desarrolló el concepto de “flujo”, para que las personas alcancen este estado de máximo desempeño deben estar en una situación en la que se les exija ligeramente por encima de sus capacidades: no por debajo, donde están cómodos, ni demasiado por encima, donde no son capaces de alcanzar las metas.
IMPORTANCIA DEL ESTRÉS EN EL DESEMPEÑO PROPIO Y DE LOS QUE NOS RODEAN
Conociendo esto, bien puedes ahora reflexionar sobre tu punto de máximo desempeño, como también puedes aplicar esto a las personas que te rodean; por ejemplo, tus hijos. Como también puedes darte cuenta de que al exigir a un colega o compañero de equipo, siempre que la exigencia esté ligeramente por encima de sus capacidades, le estarías llevando a desempeñarse de manera óptima en su trabajo.
El modo en que te desempeñas y el nivel de presión que puedes tolerar va a depender de otros factores, tales como: tus habilidades, la complejidad de la tarea, la personalidad y la forma de manejar la ansiedad. También el tipo de tareas influye, pues para cada tipo se requieren diferentes niveles de presión. Por ejemplo: las tareas mecánicas o que requieren persistencia pueden desempeñarse mejor con altos niveles de estrés, mientras que las tareas creativas toleran sólo niveles bajos, ya que la creatividad decae rápidamente cuando la presión se eleva.
Independientemente de cuánta presión toleres para alcanzar tu nivel de estrés óptimo, el eustrés es fácil de reconocer. Hernández (2015) nos refiere que el EUSTRES (el estrés “bueno”) “es el punto entre sentirte ansioso, corriendo de un lado a otro, y sentirte deprimido o poco motivado“. Allí en ese punto tenemos energía y enfoque, sintiéndonos con capacidad de enfrentar los retos que nos presenten.
Completa toda esta información con el video que te ofrece el facilitador del curso.
Tomado de: Hernández, M. (2015). Hipertextual.com